21/11/08

He recibido un paquete. Son libros, me los manda mi hermana desde Inglaterra. Me dijo: “entre las cositas que mando para mamá, encontraras los libros que te mencioné”

Y es cierto, aquí están. Son tres, Nana de Emile Zola Las entrañas de Paris del mismo autor, y Los trabajadores del mar, de Víctor Hugo. Son, según dice mi hermana, la clase de autores y temas que a mí me parecen irresistibles, pero que a ella le aburren. “Tanta miseria, tanto minucioso detalle… los autores franceses describen como nadie las bajezas y la sordidez del ser humano” dice ella. Será así, pero tiene razón. Me chiflan.

He decidido leer Los trabajadores del mar de Víctor Hugo y os lo voy a contar, os voy ha hacer partícipes de la lectura. ¿Qué si lo voy a leer y reescrir de nuevo enterito? No! Claro que no. No quiero que os pase como al del chiste que me contaron ya hace tiempo.

""Se presenta un testigo de Jehová en una puerta y le dice a la señora: “te-te-tengo un-un-un-mensa –asaje de la Bi-bi-bi-blia que-que-que dice: Y-y-y-y- en-en-en- el-el-el- principio di di-jo Di-di-di-os, ha-ha-ha-hagamos al-al hombre a-a-a-a- imagen y-y-y-y…..

P-p-p—ero si ust-t-ted quiere yo-yo-yo- se la dejo y ust-t-ted s-s-s la lee!"""


Pues no será tan largo, tan sólo cositas de esta o la otra página.

Comienza así en un corto prólogo:

La religión, la sociedad, y la naturaleza; tales son las tres luchas del hombre. Estas tres luchas son al mismo tiempo sus tres necesidades: tiene que creer, y de ahí el templo; tiene que crear, y de ahí la ciudad; tiene que vivir y de ahí el arado y el navío. Pero estas tres soluciones contienen tres guerras. La misteriosa dificultad de la vida surge de las tres. El hombre tiene que habérselas con obstáculos en la forma de superstición, en la forma de prejuicios y en la forma de elementos. Un triple ANANKÉ (fatalidad en griego)pesa sobre nosotros; la de los dogmas, la de la ley, la de las cosas.

En Nuestra Señora de París el autor denuncio la primera. En Los miserables señaló la segunda; en Los trabajadores del mar indica la tercera.
Con estas tres fatalidades que envuelven al hombre se mezcla la fatalidad interior, la ananké suprema, el corazón humano.

Está firmado en Hauteville- House, marzo de 1866.


Tengo el libro en mis manos (¿no se llama así este espacio?) comienzo a leer. Veremos…

7/11/08

Recuerda


Recuerda, en estos días en los que estas envejeciendo, porque sólo lo vivo y joven envejece. No llores, no maldigas, no te creas que es la vida lo que se te está escapando de las manos como el agua, como el aire como el fuego.

Sólo sabe esto que el tiempo es corto y que tu corazón loco avanza y avanza negándose a la vida.

No te lo creas: eres joven. Todavía lates atado a la milagrosa placenta, todavía eres un dios que sigue soñando.

No llores, no maldigas recuerda simplemente.

Puesto que eres un hombre compórtate como hombre y recuerda los hechos. Recuerda, sólo recuerda aquellos días en que tus sentidos eran como celdillas de colmenas; cada sabor, cada luz, cada sonido cada color y, sí, cada aroma y cada amor destilaba miel hacia tu corazón.

Habrás tenido como no: ira, confusión, perplejidad y horror. Recuerda que los latidos del corazón sólo son la sal del futuro.

Antes, desde las ideas bajabas a las cosas; ahora vagas por entre aquellas cosas que existen y que te llevan…Espera, dentro del pecho el corazón hará granero. Porque la vida es…Pero no, ahora recuerda sólo recuerda: ser compasivo, generoso. Amable. Existe en esa existencia que no necesita clamar ni gritar su experiencia no, no le digas a nadie tus pequeñas impotencias,

No le digas al más joven;-mira, joven la verdad de la vida es…-

Que no lo sepan por ti, porque míralos como vienen, como venias tu envuelto en tus nieblas soñadoras. Déjalos, que no se enteren por ti. No le permitas al corazón que avanza y avanza que te recuerde que corre por que se niega ala vida, tú recuerda que, ni el tiempo, ni el amor, ni la carne ni la vida esperan. Siempre sigue. Sabe sí, que la vida no es como un vaso que se llena y rompe, cabe mucho amor y mucho dolor en el corazón de cualquier hombre. Y por último recuerda que esto es una divagación lanzada al viento.