26/4/07

Elegancia

“¿Qué es lo que hay que hacer [...]? Se trata de evitar el capricho. El capricho es hacer cualquiera cosa entre las muchas que se pueden hacer. A él se opone el acto y el hábito de elegir, entre las muchas cosas que se pueden hacer, precisamente aquella que reclama ser hecha. A ese acto y hábito del recto elegir [al ser un hábito, sería una virtud en el sentido aristotélico] llamaban los latinos primero eligentia y luego elegantia. Es, tal vez, de este vocablo del que viene nuestra palabra inteligentia. De todas suertes, Elegancia debía ser el nombre que diéramos a lo que torpemente llamamos Ética, ya que es ésta el arte de elegir la mejor conducta, la ciencia del quehacer. El hecho de que la voz Elegancia sea una de las que más irritan hoy en el planeta es su mejor recomendación. Elegante es el hombre que ni hace ni dice cualquier cosa, sino que hace lo que hay que hacer y dice lo que hay que decir.” Origen y epílogo de la filosofía -1943
Ortega y Gasset

Recurrir a la elegancia en estos días en que el sol se levanta torpe y tropieza a cada rayo con nubes empecinadas, es, sin duda , una vez leído a Ortega ,recurrir a la inteligencia. Supone un gran esfuerzo acostumbrarse a esta tipo de elegancia: hacer lo que hay que hacer y no lo que quisiéramos; dominado así un cierto reflujo contenido de mareas negras o vivaces repletas de alegrías, que también hemos de contener . Es por tanto elegante aquel que domina “ el capricho “ aún a costa de un esfuerzo pocas veces valorado y entendido dejando atrás el deseo propio, o no ya deseado, por ese “hábito adquirido a fuerza de práctica “ de ejercitar ese arte de la elegancia ,y moderar con inteligencia estos días en que el sol se levanta torpe y y tropieza con nubes empecinadas.


No hay orden de la existencia, mayúsculo o minúsculo, que no nos fuerce a optar entre hacer las cosas de un modo mejor o de un modo peor. Y es ya pésimo síntoma creer que el drama de la elección se da sólo en los grandes conflictos de nuestra vida, en las situaciones que tienen trascendencia histórica. No: una palabra se puede pronunciar mejor o peor y tal gesto de nuestra mano puede ser más grácil o más tosco. Entre las muchas cosas que en cada caso se pueden hacer hay siempre una que es la que hay que hacer.



¡Que elegante te presentaste esta mañana! y no era la elegancia de tu traje, siempre de buen corte y lujoso paño; era la elegancia de una mirada serena , de un callado deber:” al que hay que hacer”. Sin aparente esfuerzo, como algo natural , llevado a pie de letra del dogma ineludible de tu conciencia; dando justa medida a aquello que te exaspera; dando el tiempo exacto de olvido a aquello que te duele; utilizando con precisión la lisonja o el dardo en la palabra ( sin duda con mayor acierto que cualquier insulto, en su acometido) haciendo hábito de lo muy comúnmente llamado buenas maneras, cada vez más denostado ;haciendo mención mesurada de las alegrías, y callando el dolor con apenas una sola mención. Siempre esa serenidad que te hace inconfundible… y contagia.
Gran admiración: “ todas tus mañanas son como esta mañana”. Todas tus horas, cada minuto son como esta mañana
Reclamo aquí por lo tanto para quien así actúa , en defensa de quien critica e intuye agria y infeliz y hasta carente de sentimientos , que no por más expuestos, o alardeados son más ciertos( la sonrisa de soslayo tiene más valor que la carcajada abierta hecha a horcajadas . La lágrima que no resbala en llamada de atención hacia un público ,ávido de espectáculo, por la mejilla, aún cuando anega el corazón, es la verdadera lágrima) reclamo, tan sólo el derecho :

SE PUEDE SER Y SE ES FELIZ SIENDO ELEGANTE

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