15/6/08

Delirar para olvidar?

Es bueno de vez en cuando tener delirios. Vienen con su poquito de locura de enajenación, pero no importa. En ciertas fases nos hacen perder el tino, quizás porque el tino suele ser tedioso.

Los delirios nos sacan del mundo cotidiano y nos arrojan en los brazos de la desmemoria, y así, sin la menor prevención disfrutamos del olvido.
Alguna vez saltamos la valla del horizonte y nos abrazamos con otros delirantes que nos inventan nuevos nombres y destinos.
Los delirantes nos movemos como si fuéramos eternos, sin tomar precauciones, más o menos sonámbulos, festejando los rayos y los truenos y mirando a través de la lluvia.

Los delirios son premios, vida entre paréntesis, pero cuando se acaba el delirio y volvemos a lo cotidiano, a lo cabal, a lo de siempre, sentimos entre pecho y espalda la aguda nostalgia del delirio.

Mario Benedetti

3/6/08



MADRIGAL CON UN RÍO, UNA ROSA, UNA HAMACA...

Tú, mi amor, que caminas como un beso,
andando vas por entre mis palabras:
es como si avanzaras separando
las ramas azuladas de un jardín,
las verdes hojas trémulas de donde sale el viento.
Recorres el papel con mi escritura.
Y cuando escribo río
tú lo cruzas nadando
y llegas y te extiendes en la arena
dorada de otras sílabas radiantes
que en la orilla te esperan;
y cuando escribo rosa, la rosa que has besado
da su forma a tus dos manos unidas,
si escribo sed te acercas a mis labios
si cascada, aparece tu cintura,
si nido azul, palpita tu garganta,
y si palmera escribo, descansas a su sombra
y si escalera, ruedas por tu risa
donde tu corazón relampaguea,
y si escribo paloma anida en ti
partida en dos magnolias temblorosas.
Apoya tu cabeza en esta luz,
en este pecho de hombre, en este verso
de plumas desveladas y febriles
y quédate dormida
tronchada y extendida en esta hamaca
mecida por el sueño que sale de mi mano
cuando te escribo, o, lento, te acaricio.

Si alguien quiere tocar la brasa pura
del amor en los años venideros
que toque estas palabras donde brilla
nuestro quemante beso para siempre.



EDUARDO CARRANZA