9/12/08

Los trabajadores del mar I


Se llama Gilliat, y digo se llama porque los personajes de los libros nunca mueren.

Gilliat vivía en la parroquia de Sain-Sampson. Allí no le querían y tenían razones para ello.

En primer lugar vivía en una casa en la que había “apariciones” En Jersey sucede algunas veces en el campo o en la ciudad misma, al pasar por algún rincón desierto o por alguna calle populosa, os encontrareis con alguna casa cuya entrad está atrancada; no se sabe qué horribles emplastos de tablas claveteadas tapan la entrada de la planta baja; las de los pisos altos están a la vez cerradas y abiertas, todos los marcos cerrados con cerrojos pero los cristales, rotos. Si hay un jardín, es de ortigas, zarzales y cicuta y se pueden ver en el los insectos más raros. A través de los vidrios rotos se pueden admirar las viejas modas del papel pintado, los grifos del imperio, los balaustres y los cipos de Luis XVI. A veces se ve una vasija rota en un anaquel. Es una casa encantada. El diablo la visita por la noche.

Volvamos a Gillliat.

La casa en la que vivía Gilliat estaba encantada, pero ya no lo estaba. Por eso era todavía más sospechosa. Nadie ignora que cuando un hechicero se instala en una casa encantada el diablo la considera suficientemente guardada y tiene con el brujo la cortesía de no volver a ella, a menos que lo llamen como se llama al médico.

la pronunciación y la ortografía del lugar habían convertido en Gilliat.

La mujer envejeció y el niño creció. Vivían solos y se los evitaba.
El niño se hizo adolescente, el adolescente se hizo hombre y entonces como es inevitable que caigan las viejas cortezas de la vida, la madre murió. Le dejó un prado, el terreno de la Roque- Crespel, la casa del Bú de Rue y cien guineas de oro en el pid d`une cauche, es decir en el pie, de una media.

De los trabajadores del mar de Victor Hugo. (Continuará)

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